El cuarto remedio consiste en que cuando caemos en alguna falta, reflexionemos
acerca de cuán grande es nuestra debilidad e inclinación al mal, y pensemos que
probablemente Dios permite las culpas y caídas para iluminarnos mejor acerca de
la impresionante incapacidad que tenemos para conseguir por la propia cuenta la
santificación y aprendamos así a ser humildes y reconocer las limitaciones y
aceptar ser menospreciados por los demás.
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